Jueves 02 de octubre de 2008 8:34
Sergio Burstein [Especial Para La Vibra]
El cambio de clima empieza a hacerse evidente en la ciudad de Los Ángeles, ya que la cita es en las primeras horas de la tarde, pero no se siente más el calor del verano.
Sin embargo, el frío no parece ser un problema en el hotel de Century City donde la cita se ha pactado, porque una masiva delegación de turistas calienta el ambiente con su presencia y su plática.
En medio del inesperado alboroto, los integrantes de la banda van llegando poco a poco a la entrevista con La Vibra. El primero en sentarse frente a la grabadora es Saúl Hernández, integrante fundamental del ya legendario combo, y las sorpresas llegan desde su apariencia misma, ya que se encuentra completamente desprovisto de la larga melena que lo caracterizó por muchos años.
Aunque su grupo tiene un álbum nuevo y un par de alteraciones trascendentes en la formación, resulta imposible evitar una mención frívola sobre el nuevo look. "Lo hice a principios de este año, porque no quería ser esclavo de la imagen", dice Saúl, hablando de manera amable incluso en los momentos en que sus frases parecen ser fuertes.
Como ya cruzó la barrera de los 40, se aventura una pregunta sobre su anterior inmensa cabellera, que involucra la posibilidad de las recurridas extensiones.
"No; gozo de una genética muy hermosa, y siempre he tenido mucho pelo", prosigue. En todo caso, un Saúl con pelo corto contradice la imagen habitual que el rockero ha mantenido por muchos años. "Pero la gente que nos sigue va más allá de todo eso; la esencia va representada de otra manera", enfatiza.
Dejando el lado frívolo y entrando en el plano musical, se puede decir que es posible encontrar un consenso crítico en cuanto a los momentos altos y los momentos bajos en la discografía de Jaguares. Se suele pensar que los primeros incluyen a los discos El equilibrio de los Jaguares (1996) y, sobre todo, a Cuando la sangre galopa (2001), considerado ampliamente como una obra maestra del rock en español.
En el espectro opuesto se encuentran El primer instinto (2002) y Crónicas de un laberinto (2005). Pero los integrantes del conjunto creen que todas las grabaciones que han lanzado han cumplió un papel determinante.
"Cada disco que sacamos fue el mejor que pudimos hacer en el momento en que lo trabajamos, porque le hemos metido el mismo corazón a todos", dice el baterista Alfonso André, que ha tocado al lado de Saúl desde la época de Caifanes. "Puede ser que en algún momento lo que lanzamos no se haya encontrado en sincronía con lo que otros esperaban, pero eso es algo que en realidad nos ha tenido siempre sin cuidado, porque este es un grupo que nunca se ha guiado por modas".
NUEVO DISCO
En Crónicas de un laberinto, Saúl y César "Vampiro" López (guitarrista solista de la banda) compartieron las labores de las cuatro cuerdas con Adrian Belew, un músico estadounidense de larga experiencia y de mucho respeto, que se encargó, además, de la producción del trabajo.
Pero es razonable preguntar si la participación tan marcada de esta figura limitó de algún modo la labor primordial de los guitarristas oficiales de la banda. "Al contrario; aprendimos mucho de él y creo que se trató de una experiencia digna de recuerdo", exclama "Vampiro". "En este nuevo disco, los productores han sido Saúl y Alfonso, y todo se ha dado de este modo por la acumulación de experiencia. Nos esforzamos ahora por hacer cosas diferentes, porque queríamos evitar los lugares comunes; pero nunca se sabe cuál va a ser la reacción de la gente".
Lo interesante de todo esto es que 45 -la nueva placa de Jaguares, cuyo título alude a los millones de personas en la extrema pobreza dentro de México- parece tener serias posibilidades de convertirse en una nueva adición para la lista de títulos imprescindibles de la agrupación mexicana, si se toma en cuenta la excelente recepción que le están dando los seguidores de viejo cuño.
Las notas de prensa afirman que se trata de un trabajo enfocado en el rock’n’roll puro y duro, y eso se hace evidente en los primeros cortes, que duran poco y resultan especialmente enérgicos.
"En los ensayos que tuvimos al preparar el disco, hicimos el ejercicio de respetar las bases de las canciones y no intelectualizarlas", reconoce Saúl. "Pero estas canciones nos dictaban a dónde querían ir; se trataba simplemente de seguir su impulso. Este es un trabajo que no se encuentra súper producido; es algo directo".
Eso no quiere decir que 45 sea un disco compuesto completamente por rock’n’roll duro y puro, porque la segunda canción, Lobo -que empieza en un plan muy guitarrero-, tiene una sección intermedia que baja la velocidad e incluye una sección de cuerdas.
"Era un pasaje musical; estábamos buscando una serie de contrastes que pueden relacionarse con La bella y la bestia, es decir, partir de un sonido crudo y hacer de pronto un cambio muy sutil que te lleve a otro lado", prosigue Saúl.
Pero el detalle principal que refuerza la vocación rockera de la placa es la ausencia completa de esas percusiones latinas que aparecieron siempre en la discografía del grupo, incluso en los momentos menos esperados. "El primer disco tenía esas percusiones, pero no todo el tiempo", precisa Alfonso. "Todo esto regresa a lo que la canción pedía".
Por su parte, Saúl reconoce que este cambio rítmico se debió a una decisión consciente de evitar lo que se había hecho en el pasado. Y eso los llevó a limpiar diversos elementos del sonido. "La presencia de un nuevo bajista, Marco Rentería, aportó ciertas novedades, del mismo modo en que lo hizo Diego Herrera, que no grababa con nosotros desde hace mucho", asevera.
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